La cartografía se sitúa en el borde entre el arte y la ciencia, entre la memoria, la emoción y el espejismo de la objetividad matemática. Y esto es así porque los mapas son nuestro instrumento para visualizar las relaciones entre el ser humano y el territorio. Si durante una época colocamos la Tierra en el centro del universo y más tarde pusimos a nuestro región/país/continente en el centro de los mapas, hoy en día con la popularización de la «perspectiva perpendicular» que nos ofrecen las fotografías aéreas y las imágenes de satélite, nos ponemos nosotros mismos en ese centro geográfico y desde la opción de «mi ubicación» que nos ofrece nuestro teléfono móvil, somos capaces de llegar a cualquier lugar, pero también de pensar nuevas formas de representación cartográfica, es decir, de relacionarnos.
En su libro, Simon Garfield parte una premisa, los mapas «contienen la clave de lo que nos hace humanos» y es con este argumento con el que nos va desvelando, a partir de diversas historias alrededor de mapas emblemáticos, la propia historia de la cartografía (y de nosotros mismos). Sin embargo no estamos ante un estudio exhaustivo sobre la cartografía ni una obra académica. Es más bien una exposición con guía incluido, que con su dosis de ironía, nos transporta por diferentes épocas hacia los atlas, mapas y globos terráqueos que más nos han ayudado a comprender el mundo, desde los mapas T en O al mapa de relaciones entre usuarios de Facebook.
Lógicamente Garfield, como buen inglés, adolece de cierto anglocentrismo, pero aunque destaca los tesoros cartográficos de la cultura anglosajona, como el mapa de Hereford o la falsificación de Vinland, es cierto que no deja de nombrar otros hitos relevantes como los portulanos venecianos del s. XVI, por ejemplo y no debemos olvidar que en la actualidad los grandes proyectos (Google, GPS, etc.) nacen en el ámbito anglosajón.
El libro se estructura en capítulos de contenido histórico y unos anexos, llamados «mapa de bolsillo», donde se recogen anécdotas curiosas: los sitios donde se creía que moraban dragones o la casi venta del mapa de Hereford, para salvar el tejado de su catedral. Cuenta con un buen número de ilustraciones, y aunque en blanco y negro (en color habría que vender el libro a plazos por el precio que alcanzaría) cumplen perfectamente su función.
Simon Garfield es periodista y ha escrito, entre otros, «Es mi tipo. Un libro sobre las fuentes tipográficas», un ensayo cuyo título y tema ya me dan ganas de leer, y una trilogía de diarios del Mass Observation Archive sobre la II Guerra Mundial.
Quizá es por su profesión o quizá es, como el mismo ha declarado, por su interés «en el mundo de los mapas desde que, siendo un niño, tenía que mirar todos los días el mapa para coger el metro de Londres» por lo que Garfield se maneja con soltura tanto cuando habla de los mapas Orbis Terrarum del siglo I a.d.c. cómo cuando lo hace de los mapas digitales, dinámicos y sin límites de la actualidad, resaltando siempre la narrativa de los mapas y su capacidad de contar historias, tal como el mismo hace.