Han pasado algo más de ocho años desde que tuve la oportunidad de participar en la redacción de las «Especificaciones de la Base Topográfica Armonizada 1:5.000 (BTA)». Con ellas se trataba de normalizar un modelo común de integración e intercambio para la cartografía producida por las administraciones públicas españolas en las escalas 1:5.000 y 1:10.000.

Por entonces, a pesar de que el uso de las bases de datos espaciales no estaba todavía muy extendido, ya se podía intuir que, más tarde o más temprano, el almacenamiento de la información topográfica acabaría apuntando hacia un tratamiento continuo de los datos.

Aunque en las reuniones técnicas se llegó a plantear esta cuestión, en ese momento eran mayoría los departamentos de cartografía que administraban su información topográfica en formatos CAD distribuidos en hojas cartográficas, por lo que diseñar un modelo continuo quedaba todavía muy alejado del pensamiento común.

Reforzaba esta visión por hojas la publicación del Real Decreto 1071/2007 que regula el sistema geodésico de referencia oficial en España, al recoger en su Anexo la distribución y determinación de hojas del mapa Topográfico Nacional MTN50 en la Península Ibérica y Baleares, junto con las indicaciones técnicas necesarias para el cálculo de sus esquinas y las relativas a las colecciones 1:25.000, 1:10.000 y 1:5.000.

Y por si quedaba alguna duda, el concepto de «hoja cartográfica» quedaría posteriormente consagrado por el Real Decreto 1545/2007  de regulación del Sistema Cartográfico Nacional y por la Ley 14/2010 sobre las infraestructuras y los servicios de información geográfica en España, ambas con referencias explícitas a las series cartográficas 1:25.000 y 1:50.000.

Distribución de hojas del Mapa Topográfico Nacional 1:25.000 (MTN25) España
Distribución de hojas del Mapa Topográfico Nacional 1:25.000 (MTN25) España

 

Dado que la restitución fotogramétrica era el método de producción de cartografía topográfica más utilizado, resultaba lógico organizar el trabajo en unidades de producción homogéneas, abordando la edición al unísono para todo el conjunto de elementos de una hoja. Además, contando que en la mayoría de casos resultaba económicamente inviable acometer la producción de todas las hojas de una serie, todo el mundo aceptábamos con más o menos resignación la asimetría de fechas.

Y hasta ahora así seguimos, a pesar de que nuestra experiencia nos advierta que no todos los elementos que incluye una hoja tienen la misma transcendencia, a pesar de la aparición del LIDAR que permite actualizar la información altimétrica sin el obstáculo visual que supone la vegetación, y a pesar del GPS y del resto de tecnologías de captura de geoinformación de nuevo cuño.

Parece lógico pensar que en este punto y contando con los medios técnicos que tenemos hoy a nuestro alcance, resultaría más práctico diseñar el modelo productivo hacia una actualización de elementos topográficos en función de su naturaleza y desde una óptica de modelo continuo por capas y no por hojas. Este planteamiento permitiría utilizar la tecnología más adaptada a cada objeto geográfico y sumaría el beneficio añadido de poder prescindir de aquellos artefactos cartográficos diseñados únicamente para facilitar el troceado de elementos.

Conscientes de esta realidad y con el objetivo de dar una respuesta nacional a las exigencias de la directiva europea INSPIRE, el Instituto Geográfico Nacional de España, ha iniciado la producción de lo que denomina Información Geográfica Vectorial de Referencia (IGVR), esto es, información geográfica en formato continuo para los temas de redes de transporte, hidrografía y asentamientos humanos, cada uno de los cuales con un modelo de datos propio y distinta sistemática de producción. Los tiempos mandan.

Acomodarse a esta nueva visión, al mismo tiempo que se está obligado normativamente a mantener una estructura de información por hojas con una referencia temporal única para cada una de ellas, supone una dualidad complicada que será necesario resolver, así como también será necesario determinar cuales serán las prioridades y los flujos de información entre las IGVRs y las hojas del Mapa Topográfico Nacional. En otras palabras, cual será el dato original y cual el derivado.

Aunque es cierto que muchas administraciones públicas productoras de cartografía topográfica todavía no han dado este primer e importante paso al que inevitablemente les conducirá el empuje del mercado, habría que preguntarse si sigue teniendo sentido seguir manteniendo normativamente una organización de la información topográfica por hojas, o ha llegado el momento de liberar a las administraciones públicas de este yugo.

Por Gonzalo López García (@gonzalo_lpgc), responsable de IDErioja y miembro fundador de la Asociación ClusterGIS