En 1976 una principiante Pilar Utrilla lideraba el equipo de arqueólogos que realizó la primera campaña de excavación de la cueva de Abauntz, en el valle de Ultzama, cerca del pueblo de Arraitz, unos 20 km al norte de Pamplona (Navarra, España). Veinte años más tarde, en 1996, se realizaba la 10ª campaña de excavación, que ya contaba con la codirección de Carlos Mazo. Ese año, entre otros hallazgos, aparecieron tres bloques de piedra grabados que constituyen un espectacular ejemplo de arte mueble, tres cantos rodados con unos 10.000 años de antigüedad, de finales del Paleolítico, y con su superficie cubierta de representaciones grabadas a buril, que siguen los patrones del arte paleolítico de la zona (estilo franco-cantábrico).

De compleja lectura, la doctora Pilar Utrilla y su equipo de la Universidad de Zaragoza lograron interpretar los grabados, identificando diversos animales, como ciervos, cabras o caballos, figuras antropomorfas y una montaña y varios cursos de agua, en lo que desde su presentación en Lieja (Bélgica) en el año 2000 y especialmente tras su publicación en inglés en la revista Journal of Human Evolution (2009) (1) la comunidad internacional ha reconocido como el mapa conservado más antiguo de Europa occidental.

La piedra o bloque principal, de 175 milímetros de longitud, 100 de anchura y 54 de espesor máximo, está llena de incisiones. Algunas de ellas son de fácil identificación, como las que representan algunos animales. Superpuestas, hay una serie de líneas que son las que se han interpretado como un mapa o croquis de la zona.

En la piedra llamada popularmente como el mapa de Abauntz, aparecen grabados varios elementos del entorno. Pilar Utrilla, Carlos Mazo y su equipo de colaboradores identifican el río que atraviesa un estrecho entre montañas (la de San Gregorio), siguiendo el paisaje real del entorno. Además, un grabado múltiple parece reproducir el curso serpenteante del río Zaldazaín recibiendo dos afluentes en su recorrido a la altura de una montaña y en el que diversos círculos quizás representan zonas con agua encharcada en invierno.

Los investigadores destacan lo sorprendente que es «que el mapa 1:50.000 de la hoja “Sumbilla” [del Instituto Geográfico Nacional] (y sin seleccionar trazos) plasme un curso fluvial similar, el cual recibe dos afluentes junto al lugar en el que se alza el monte de San Gregorio, situado enfrente de la cueva» (2).

Mapa de Abauntz. Bloque 1
Mapa de Abauntz. Bloque 1, cara A

 

Mapa de Abauntz, esquema
Mapa de Abauntz, esquema

 

Si en otras tentativas de cartografiar el entorno, como en algunas de las tablillas encontradas del mundo babilónico, es difícil distinguir entre representaciones espaciales o motivos simbólicos, sagradas o simplemente decorativos, en el mapa de Abauntz «existe una verdadera construcción del espacio, es decir, que el autor se enfrenta al mismo traduciéndolo rápidamente en una imagen gráfica que lo representa» (2).

Y es que el conjunto de bloques grabados tienen una gran calidad artística y una excepcional complejidad formal, que requiere no solo una gran habilidad, sino también una clara concepción espacial.

No es tarea fácil interpretar los trazos grabados en los bloques. Se superponen unos con otros e incluso algunas rayas parecen querer borrar los dibujos anteriores. Algunos animales aparecen claramente, mientras otros son más complicados de interpretar y se requieren estudios detallados; otros trazos pueden representar charcas de aguas estacionales, pero dan pie a diversas lecturas, que se suceden desde 1996. Igual ocurre con otros trazos menores que podrían dibujar la boca de la propia cueva o de alguna próxima, como la de San Gregorio. Mas dudas hay con el sentido y significado de los bloques, ¿que función tenían?, ¿se hicieron en ratos de ocio o para mostrar a otros?, ¿debemos analizar los bloques en su conjunto o es una suma inconexa de partes?. En este tipo de preguntas estamos más cerca de la imaginación y la suposición, que de conocer realmente la respuesta. Me quedo con la frase de los investigadores principales «con mapas y todo, continuamos perdidos. Pero había que intentarlo» (2).

El Mapa de Abauntz forma parte de la colección permanente del Museo de Navarra, donde es una de sus piezas destacadas. Actualmente (y hasta el 1 de abril de 2018) se puede ver en la exposición organizada por el Museo Arqueológico Nacional (MAN) en Madrid «El poder del pasado. 150 años de arqueología en España».

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