Para las dos vidas que iluminan mi ser; Gema e Isaac

¡Ya abandoné La Tierra hace unos cuantos siglos!

Pero, ¡sigo enamorada de ella! Afortunadamente, los Dioses me concedieron la virtud de reencarnarme en una nueva vida. Y ¡ahora soy un cuerpo celeste que viaja por el sistema solar, permitiéndome conocer hasta el último rincón del mismo y descubrir las fronteras con otras galaxias! Aún recuerdo mi última conversación con las Moiras. Portaban un mensaje de sus divinidades:

—¡Gran Maestra! Los Dioses le han encargado una nueva misión —dijerón las Moiras.
—¿Cuál es mi destino? —pregunté nerviosa y cautiva, mientras ellas seguían hilando y cortando hebras de vida.
—El de seguir observando los senderos, hitos y fronteras que desconoce el ser humano. ¡El propio Zeus quiere que navegues por el sistema solar! Has de seguir intentando ser un faro que alumbre
la conciencia de aquellos a los que ya dejas.
—Pero, ¡no ha presenciado Zeus cómo me han tratado los de mi especie! —contesté de forma aturdida.
—¡Si! Pero Zeus no repara en la ignorancia del Hombre. El que influye en el pensamiento de su tiempo contribuye en los momentos que le siguen. Así que éste es tu nuevo designio, tu nueva hebra de vida.

¡Qué suerte la mía! Los Dioses quisieron lo mismo que consiguió mi Padre en vida; viajar.

Y, sobre todo, han logrado confirmar muchas de las evidencias que quise demostrar en vida. Sin duda, la vida es crecimiento y, cuanto más viajamos, más verdad podemos comprender.

El cuerpo celeste que nos observa
El cuerpo celeste que nos observa

 

¡Sólo contemplar el color azul de la Tierra desde el espacio exterior me parece fascinante! En vida observé el centenar de colores que tenía el Mar Mediterráneo, cuando veía zarpar los barcos desde el puerto de mi ciudad.

Pero nunca llegué a sospechar la gran esfera en la que vivía, pese a que uno de mis mentores ya lo descifrara con enorme precisión.

No me olvido de mi lugar de nacimiento. Ahora soy capaz de observarlo desde el rincón más lejano y analizar los avances que la humanidad persigue desde hace tiempo. El eco existente en el espacio me ha hecho conocer muchos de los hechos que acontecen en mi lugar de origen. Algunos me perturban, muchos me intrigan y otros me enloquecen. No quiero dejar escapar estas líneas para explicarles la importancia de su lugar de vida y cuál puede ser una magnífica herramienta que les ayude a mejorarlo.

Sé que tengo el seudónimo de un colega profesional que descubrió mi órbita. Cada cierto tiempo, aproximadamente una o dos veces en la vida, el ser humano me observa directamente. Pero yo siempre les vigilo, dejando una reconocida estela de hielos volátiles y polvo sideral.

Mi última visita fue hace ya unas décadas. ¡Reconozco que salí despavorida! ¡Me quedé muy entristecida! Por aquella época se descubrió un agujero en la atmósfera que envuelve la Tierra, protegiéndola y dándole la vidanque atesora. Y, ¡una de las fuentes de energía originadas por el ser humano explotó! Esa explosión provocó la destrucción de bienes y servicios, una enorme
contaminación ambiental y, sobre todo, numerosas pérdidas de vidas humanas. Fue un desastre ecológico sin precedentes, ajeno a cualquier guerra que hubiera emprendido el Hombre, en su afán por someter al propio Hombre. Sinceramente, pienso que mi velocidad aumentó en mi marcha hacia el otro extremo del sistema solar, al ver cómo el ser humano maltrataba lo que ahora mismo creo que es su única vivienda posible.

En mi tránsito por el sistema solar he contemplado los planetas y satélites existentes del más allá. ¡Sigo siendo una incansable buscadora de estrellas! Sin embargo, nada es comparable a las condiciones de vida que la Tierra les brinda. La conjugación de componentes bióticos y abióticos les proporciona todo lo necesario para vivir y desarrollar su capacidad intelectual. ¡Aprovéchenlo! Pero, por favor, no la sobreexploten ni la expongan a una mayor carga. La Tierra es capaz de regenerarse cual ave fénix, pero les está dando claras e inequívocas señales de necesidad de cariño y atención por su parte. Lo cierto es que, tras esa explosión, el ser humano racional fue verdaderamente consciente del problema que tenía entre sus manos. Ahora mismo es el más importante de su corta historia. La sociedad sintió la necesidad de articular mecanismos y herramientas para evitar que esa tragedia volviera a ocurrir.

Las ciudades-estado, enarboladas por agrupaciones de territorios de lo que ahora llaman países, parecen tener los mismos intereses socioculturales, económicos y ambientales. Este simple hecho ha generado, a lo largo de estas décadas, órganos e instrumentos para poder mejorar la calidad de la sociedad y, en consecuencia, la calidad de vida de La Tierra. El primero siempre va unido al
segundo. Cualquier otro vector de desarrollo distinto al marcado dará al traste con la vida del ser más cognitivo que habita el planeta azul.

En la época que yo pisé la Tierra teníamos el faro, que actuaba como guía para los navegantes, y la biblioteca como infraestructura que guardaba los saberes. Hoy en día disponen de una gran cantidad de ingenios que mis manos fueron incapaces de alcanzar en vida. ¡Qué suerte la vuestra! Porque, sin duda, comprender las cosas que nos rodean es la mejor preparación para conocer las
cosas del más allá.

En el fondo, yo siempre quise descubrir, describir y analizar lo que me rodeaba para ayudar a la sociedad a ser mejor de lo que era. Es por ello que nunca dejé de observar el firmamento por las noches, para poder intentar comprender en qué lugar vivía.

De las innumerables charlas y discusiones que tuve con mi Padre, siempre recordaré aquella conversación subida a sus hombros, cuando aún era una enana que levantaba apenas siete palmos del suelo:

—¡Papa! Cuando sea mayor, ¡quiero vivir en la estrella que más se ilumina en el cielo! —dije de forma inconsciente.
—¡Ay, mi dulce princesa alejandrina! ¿Y si ya no es una estrella? ¡Alguna vez te has detenido a pensar si lo que ves ya no existe! —contestó de forma filosófica.
—¡Cómo que no es una estrella! ¡Acaso mis ojos le mienten a mi cerebro! —exclamé de forma airada.
—No cariño mío —dijo mi Padre mientras me tenía en sus abrazos —La luz que puedes estar viendo, quizá se irradió hace tantos millones de años, que lo que ahora vemos es el simple reflejo de lo que antaño fue un gran sol como el nuestro.

El Faro y la Biblioteca
El Faro y la Biblioteca

 

Esa noche hice flaco caso a lo que atesoró mi padre. Volví a soñar con las estrellas pese al secreto que me vislumbró. Ahora sé que ese lugar mágico que añoraba de pequeña es la propia Tierra, cuando la contemplo desde el afelio de mi trayectoria por el espacio.

Algunos se preguntarán y querrán saber ya; ¿Y cuál es la herramienta que ayude a mejorar la calidad de vida del planeta? La realidad es que esta herramienta está ya preparada. Veo su enorme potencial a miles de kilómetros de distancia. Hasta atisbo cuál va ser su evolución más cercana. Es poderosamente útil, porque le permite a cualquier ciudadano descubrir, observar, analizar, encadenar y relacionar hechos de cualquier índole, sin necesidad de pisar físicamente el espacio terrestre. Sin duda, un verdadero avance observar cualquier lugar del mundo sin desplazarte de tu entorno.

¡En el fondo creo que siempre me apasionó la Geografía! Por el simple hecho de saber dónde me encontraba y, sobre todo, analizar y dar soluciones para mejorar el lugar en el que viví. Eso es lo que les facilita la herramienta que os destaco. La han denominado «infraestructuras de datos espaciales». Para mí es lo más parecido a una gran biblioteca, pero con la virtud de ser más rápida a las que yo conocí y, sobre todo, más versátil, dado que guarda el saber geográfico en unos mismos protocolos de comunicación. El denominador común de esta herramienta es el lugar, es decir, dónde se encuentra un fenómeno sea o no sea geográfico en sentido estricto.

¡No lo olviden nunca! El hecho siempre ocurre en un tiempo; su historia, y en un lugar; su geografía. Lo más importante es poder guardarlo, para que las generaciones futuras lo puedan relacionar y dar valor añadido al propio hecho, sea de la naturaleza que sea.

Guardar la etiqueta geográfica de cualquier elemento es clave para entender el mayor reto que afronta el ser humano; el cambio climático. Entender, por ejemplo, cómo está cambiando la atmósfera o variando los flujos marinos debido a la acción del Hombre, es un magno reto donde una infraestructura de datos espaciales, es una de las llaves para poder encontrar la solución.

Previsiblemente, esta herramienta se combinará con otras corrientes científicas para poder conservar, generar, compartir, distribuir y utilizar el conocimiento espacial. No sólo serán datos o información espacial estanca sino información geográfica relacionada. Este instrumento es capaz de dar una batería de razones de manera automatizada que ayuden a resolver problemas tan
acuciantes como el cambio ambiental. Y, además, que sirva a la sociedad a desarrollar ciudadanos conscientes de la importancia de lo geográfico.

Llevar a cabo una transición energética, acompasada entre los modelos territoriales establecidos por las sociedades humanas y la salud de la Tierra, es ya una realidad que no hay que menospreciar.

A este respecto, las infraestructuras de datos espaciales son un sistema útil para albergar indicadores objetivos y sintéticos que detallen cómo se lleva esa transición tan necesaria. Sin duda, un instrumento clave para visualizar y analizar, por ejemplo, la evolución de la temperatura, precipitación, humedad o la sequía. En definitiva, conocer el estado del planeta.

¡Qué hubiera dado Yo por disponer de una herramienta de tal valor! La lucha de la sociedad que me tocó vivir era sin duda de otro calibre. Quedaba mucho por aprender y descubrir. Aún con todo, la humanidad tiene que seguir investigando. Se hace innegable la importancia de integrar el conocimiento espacial en la toma de decisiones estratégicas, como las que he comentado, así como en las decisiones cotidianas y resolución de problemas que tenga el ser humano en su quehacer diario.

Ninguna especie ha sido capaz de hacer lo que habéis hecho en el mundo que habitáis. Por eso, ¡no dejéis escapar la hebra de vuestro único lugar de vida!

Si la humanidad quiere pervivir tendrá que revisar ya sus acuerdos con el planeta, si es que alguna vez los tuvo que tener. Sería una lástima verse en la obligación de emigrar. A nadie le gusta, por necesidad, emprender la marcha del lugar que le vio nacer. Y, lamentablemente, no toda la población podrá emigrar a un lugar que aún no sabéis si existe.

Aprovechad la biblioteca de saber geográfico que os he citado. Pero, especialmente, seguid descubriendo e investigando, ya que defender el derecho a pensar, aunque sea de manera errónea, es mejor que no pensar.

Si. ¡Ya lo sé! Muchos me habréis descubierto al leer este relato.

¡Yo soy el Cometa Halley! ¡Yo soy Hypatia de Alejandría!

Rafael Martínez es geógrafo en el Gobierno de Aragón (España). Lo puedes encontrar en Twitter y Linkedin. Ilustraciones de Alicia Sancho Martínez

Puedes descargar el relato «El cuerpo celeste que nos observa» en formato .pdf y en libro electrónico epub